¡Viva la Pepa! de Simó Gómez
Simó Gómez Polo (1845-1880)
¡Viva la Pepa!, 1879
155 x 95 cm
Donación particular en memoria de Jaume Doménech Trinchant, 2016
Esta obra que hoy pasa a formar parte de las colecciones del Museu de Montserrat es una de las últimas obras pintadas por Simó Gómez, en el año 1879, poco antes de morir a la corta edad de 35 años a causa de un ataque epiléptico en 1880. Los funerales celebrados en su barrio barcelonés fueron enormemente populares ya que era conocido como el pintor del Poble Sec.
Ya por aquél entonces La Ilustració Catalana hace referencia a una exposición celebrada en su honor y memoria en la Sala Parés. Se trata, seguramente, de la que se celebró en mayo del mismo año 1880 en la que se expuso este cuadro entre otras obras del pintor y de otros artistas próximos a él con el objetivo de recaptar fondos para ayudar económicamente a la viuda y al hijo del pintor, Enric Gómez Font. Posiblemente fue entonces que el Sr. Bofill, el primer propietario del cuadro, cuyo nombre aparece escrito en el reverso de la obra, adquirió la obra ¡Viva la Pepa!. Él mismo fue quien la prestó en 1891 para exponerla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Unos años más tarde, como afirma Feliu Elias en su libro Simó Gómez. Història verídica d’un pintor del Poble Sec (1913), Bofill la dejó en herencia a Isidre Bonsoms, coleccionista y bibliófilo. De hecho, en 1913, Elias sitúa esta obra en la finca que Bonsoms tenía en la Cartuja de Valldemossa (Mallorca), legado a su viuda. Después de esta fecha le perdemos completamente la pista, pero la memoria de este cuadro entre las mejores obras de Simó Gómez se mantuvo inalterada a lo largo de un siglo. Francesc Fontbona hace referencia a este cuadro y lo reproduce a color en La Història de l’Art Català de Edicions 62 (volumen VI, 1983), cuando ya estaba en manos de la familia donante. El Sr. Jaume Doménech Trinchant lo había comprado en 1982 en la Sala Vayreda de Barcelona.
Sin ninguna duda se trata de una de las obras más destacadas de Simó Gómez. Así lo afirmaba en repetidas ocasiones Feliu Elias. Es también una de las pocas telas de gran formato que pintó el autor y de las más complejas por lo que a composición se refiere. Buena prueba de ello son los dos bocetos preparatorios. Uno de ellos está pintado sobre tela y representa un primer estado del conjunto del cuadro. Se encontraba en manos de los hermanos Junyer Vidal que los habían comprado al industrial textil Ricard Borrell i Pujadas, famoso por su género de seda. Aun tratándose de un boceto, se pueden identificar todas las figuras bien trabajadas y la composición casi idéntica a la definitiva. Todos los elementos del cuadro aparecen ya en esta primera nota aunque en la obra final el pintor se supera aun más en la ejecución. La principal diferencia se encuentra en la figura situada en el extremo derecho del cuadro. En el boceto observa atentamente el personaje femenino central mientras en el cuadro definitivo, con los ojos entreabiertos, escucha la música atentamente. Además, Feliu Elias apunta que hay también un cambio de modelo. La figura que aparece en el primer boceto no se ha podido relacionar con ninguno de sus modelos. Sin embargo en la obra acabada se trata claramente de Passos, discípulo del pintor.
El otro boceto preparatorio del que tenemos constancia se encontraba en la colección del pianista Carles Gumersind Vidiella, amigo personal de Simó Gómez y propietario de bastantes obras del artista hoy conservadas en su mayoría en el Museu Nacional d’Art de Catalunya por donación de su viuda. En esta tela sólo se ve representada la figura situada en el ángulo superior izquierdo, para la cual sirvió de modelo el pintor Francisco Gómez Soler, también discípulo de Simó Gómez. Se trata de la figura que está tocando un instrumento, motivo por el cual este boceto es conocido también como El noi de la trompa. Este pequeño cuadro se expuso juntamente con ¡Viva la Pepa! en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1891 y, junto con el otro boceto, en la exposición de homenaje que organizó la Sala Parés en 1948.
El cuadro del Museu de Montserrat, a lo largo de los años, ha sido titulado de distintas maneras. Feliu Elias afirma que también es conocido como Sexteto y, aunque sólo una vez y de manera esporádica, en el Diari de Barcelona se referían a él como ¡Viva la Zambra!. Sin embargo, el título que ha tenido más fortuna y ha calado definitivamente es el mismo con el que hoy os lo presentamos: ¡Viva la Pepa!. Hay quien ha relacionado este título con la constitución española de 1812, conocida popularmente con este nombre. Aún así, no creemos –ni por la temática del cuadro ni por la distancia en el tiempo- que esta obra de Simó Gómez esté relacionada de ninguna manera con la Constitución de Cádiz. Representa una escena popular y festiva que se aleja un poco del realismo severo imperante en toda la obra de Gómez y se acerca hacia la pintura anecdótica por aquellos años en boga.
Gómez utilizó dos modelos que ya habían formado parte de otras obras para pintar este cuadro. La figura central, una gitana mestiza del barrio del Poble Sec, ya había posado para los cuadros Terzzeto y Poncelleta. Parece ser que, ella y la otra muchacha que posa a su lado, eran habituales de las fiestas nocturnas que Simó Gómez frecuentaba. Según cuentan, era habitual encontrarlo en La Baldufa, al Gavilán o al Casino Hortelanense, de la puerta del cual colgaba un cartel con la reveladora advertencia: “Prohibida la entrada a las personas honradas”. El cuadro ¡Viva la Pepa! es una especie de paradigma de la vida bohemia que practicaba el pintor.
Para pintar el resto de personajes que aparecen el cuadro se sirve de sus cuatro discípulos principales. De izquierda a derecha, podemos ver a Cristòfor Alandí, Francesc Gómez Soler, Joan Brull y Josep de Passos. Los colores, seguramente más vivos que los que habitualmente dominan la obra de Gómez, destacan –en palabras de Feliu Elias- “no solamente en el matizado, que aquí ya no queda ahogado por el sintetismo monocromo del acabado, sino por el colorismo de su composición, iluminado y adornado con grandes tacas claras de colores tiernos matizados sabiamente en la habitual armonía caliente y neutra que domina [el pintor].
Con este cuadro el Museu de Montserrat consolida su discurso museográfico reforzando la sección dedicada a la pintura catalana del realismo. De esta manera, después de años en manos privadas, la obra ¡Viva la Pepa! de Simó Gómez, maestro y referente de toda una generación de artistas, vuelve a ser visible a ojos del gran público pidiendo a gritos una vez más la necesidad de revisar y recuperar este período tan interesante pero a la vez tan poco estudiado de nuestra historia del arte.
Bernat Puigdollers
Museu de Montserrat