La muerte de Sísara, de Tusquets
La muerte de Sísara
1883
Ramon Tusquets (1838-1904)
Óleo sobre lienzo, 171 x 242 cm
N.R. 200.725.
Donación Joan Coma-Cros i Cazes, 1982.
Ramon Tusquets i Maignon (Barcelona, 1838 – Roma, 1904) nació en el seno de una rica familia dedicada al comercio, que consideraba sus inquietudes artísticas como una simple distracción. Esto le privó de tener una formación académica formal en la Escuela de Bellas Artes de Llotja de Barcelona y solamente asistió a la academia del pintor Ramon Moliné. Cuando falleció su padre y una vez librado de la imposición de encargarse del negocio familiar, después de visitar la Exposición Nacional de Madrid de 1864, tomó la decisión de dedicarse plenamente a la pintura. Poco después viajó a Roma y fijó allí su residencia, que se convirtió en definitiva. En Italia se relacionaba con el colectivo de artistas que rodeaban a Fortuny, de quien fue amigo y admirador. Sus temas predilectos eran los paisajes, costumbres y figuras de campesinos romanos. Tusquets alcanzó suficiente fama como para llegar a presidir el Círculo Artístico Internacional de Roma.
No obstante, pese a residir en Roma, mantuvo un contacto fluido con el movimiento artístico catalán. Durante los años 1885 y 1886 pintó una serie de cuadros historiográficos relacionados con la historia de Cataluña que le encargó para su residencia Miquel Boada y también recibió algunos encargos de organismos oficiales.
La obra que comentamos fue realizada en Roma por encargo de Joaquim Prats y fue expuesta en la Sala Parés de Barcelona en enero de 1884 coincidiendo con la inauguración de su sala grande, que fue un acontecimiento ciudadano con la presencia del príncipe Luis Fernando de Baviera y de la infanta Paz.
El cuadro representa la cruel historia bíblica de Jael y Sísara (Jue 4:12-22). Barac, caudillo de las tropas de Israel, derrota al ejército de Sísara, el general cananeo, que en mitad de la desbandada de los suyos busca refugio y camuflaje en la tienda de Jael, esposa de un cainita, que le recibió obsequiosamente, pero cuando Sísara se duerme, Jael le clava en la sien una de las estacas de la tienda. Al llegar Barac, Jael le invita a entrar y le muestra el cuerpo exánime de su enemigo.
La pintura de Tusquets nos presenta precisamente este momento. Barac entra precipitadamente con su caballo y algunos de sus soldados en la tienda de Jael, buscando con furia a su enemigo. Es tanta la violencia de esta irrupción que uno de los soldados tiene que asir las riendas del caballo de Barac para evitar que atropelle a Jael. Ésta, por su parte, corre la cortina y muestra el cuerpo sin vida de Sísara, que yace sobre una piel de tigre. Impresiona la cabeza del cananeo perforada con un clavo enorme, del que chorrea un reguero de sangre. Al lado de los pies de Jael podemos ver el martillo, el instrumento de su proeza. El pintor ha querido remarcar la admiración y el asombro de Barac y sus soldados al contemplar el atrevimiento de Jael, que ha consumado ella sola, valiéndose de su ingenio, la victoria militar de Israel. El resto del ejército espera expectante en el exterior de la tienda.
Sorprende la información arqueológica que ha conseguido Tusquets para componer el atrezzo de esta escena, desde las armas de los soldados, el arnés del caballo, los collares y pendientes de la mujer y los atuendos de cerámica, vidrio y cobre del fondo.
En la historia del judaísmo la proeza de Jael matando a Sísara tiene el carácter eminentemente patriótico de la heroína que consigue la liberación del pueblo.
Este episodio bíblico fue asumido por el movimiento de la Renaixença, que no dudó en aplicarlo al resurgimiento del sentimiento nacional catalán. Àngel Guimerà poetizó la historia bíblica en el poema Jael, que finaliza con estos versos:
Obre el portal de goig estamordida:
—Veniu, germans, a esquarterar lo llop!—
I el llençol que el cobreix, llevant-li, crida:
—Lliure és la pàtria! — I dóna l’últim cop.
El cuadro no pasó desapercibido en su exposición el año 1884. La prensa del momento habló mucho de él. El conservador Diario de Barcelona (10/I/1884, p. 641) lo destacaba como “La obra de mayor empuje que allí se ve por el tema”. La Ilustración Artística del 2-VI-1884 reprodujo y divulgó su imagen. Pero el comentario más entusiasta, como no podía ser menos, lo firmó Carles Pirozzini, que después de las rimbombantes alabanzas de costumbre, añade como conclusión: “Tusquets demuestra ser de los artistas que leen y meditan y de los que creen todavía en la importancia de la pintura solemne. Para él no son un mito las épocas más brillantes de la historia, ni las grandes epopeyas de la humanidad; y en su nobilísima obra enseña que ha llegado el momento de que Cataluña perpetúe, con el genio de su moderna raza, la página de gloria de generaciones pasadas” (La Renaixença, II, 24-I-1884, p. 521). Seguramente Pirozzini conocía el significado que la historia de Jael tenía en algunos sectores del nacionalismo catalán y que tres años más tarde plasmará Guimerà en su poema.
Tras la exposición en la Sala Parés, el cuadro pasó antes de 1904 a la colección particular del industrial algodonero Joan Coma i Cros y, a su muerte, a su hijo Joan Coma-Cros i Cazes. Durante la Guerra Civil, Joan Coma i Cros se refugió en París, donde murió en 1937, y sus bienes fueron confiscados; ha quedado como marca el número de registro que se puede ver escrito con pintura roja: 58.280. En 1982 ingresó en las colecciones del Museo de Montserrat por donación directa y personal de su amo.
Conocemos la existencia de un esbozo de medidas bastante grandes de nuestra obra en una colección particular barcelonesa.
No me resta más que agradecer al P. Laplana su confianza dándome acceso a las notas sobre este cuadro que tenía recogidas en su fichero y que han sido imprescindibles para redactar esta nota.
Artículo publicado en El Propileu - 13, págs. 26-27. Diciembre 2013